PRESENTA ROCÍO NAHLE AL EQUIPO DE DIF ESTATAL Y SEDECOP
Leer másGilberto Nieto Aguilar
Hasta el momento se mira como un imposible hermanar a la humanidad, pese a los deseos milenarios de algunos pensadores, líderes y guías. La diversidad cultural, étnica, geográfica, lingüística, ideológica, religiosa y nacionalista provoca en gran medida la imposibilidad de unir como iguales a los seres humanos, en una aceptación intrínseca de la naturaleza y condición humanas. Esta diversidad entorpece los intentos de alcanzar alguna conexión y aceptación mutua de las similitudes, coincidencias, necesidades comunes y compresión amplia del innegable hecho de que habitamos un mismo hogar vagabundo en un inmenso universo.
Las desigualdades económicas levantan muros entre personas y naciones. Los conflictos milenarios provocados por las religiones, la posesión territorial, las diferencias políticas e ideológicas, el fundamentalismo, el afán desmedido de poder, provocan conflictos armados y generan resentimientos y hostilidad entre grupos, naciones y razas. La desinformación que han utilizado los grupos de poder nacionales e internacionales desplegando noticias falsas, verdades a medias, polarización política, manipulación mediática, hacen más difícil llevar a cabo este propósito tan urgente para la preservación de las condiciones naturales del planeta, el hogar de todos los seres humanos y en el cual debiéramos convivir en paz.
No bastan los intentos de filósofos, pensadores, grupos activistas, individuos de buena fe, personas comprometidas en entablar relaciones de empatía y promotores que combaten la discriminación, apoyan iniciativas globales que dejan clara la necesidad de unir a la humanidad para enfrentar el destino común y las amenazas sobre la vida en el planeta. Hace falta mucho más. Hay un sinnúmero de personas apática, fanáticas, enajenadas, que no vislumbran ni por error estas condiciones que podrían cambiar el rostro de la humanidad, bajo gobiernos miopes que solo cuidan los intereses políticos con todas las agravantes negativas que de esto se deriva.
No basta la educación porque es deficiente, no es integral ni promueve valores universales, ni respeto a la diversidad, a la empatía, la autorregulación socioemocional, la tolerancia, la idea cosmopolita de una aldea planetaria. Muchos de los sistemas educativos del mundo son el reflejo de los caprichos y la ceguera de los gobiernos. No han bastado los increíbles avances de la tecnología de la información y la comunicación a escala mundial. Las redes sociales permiten a personas de todo el mundo conectarse, compartir experiencias, construir comunidades virtuales, pero pierden tiempo en rencores, banalidades, recrear el pensamiento mediático y enajenado; fanatismos, ideologías y racismos excluyentes y despectivos, y filosofías superficiales de vida.
La cooperación internacional tiene sus bases en el intercambio político y de intereses territoriales, no en la colaboración de proyectos comunes, como la lucha contra el cambio climático, el cuidado global de la salud, la erradicación de la pobreza, los canales de comunicación honesta y responsable, los lazos de paz y hermandad. Construir una cultura del encuentro, aprovechar los espacios de comunicación gubernamental para promover una visión planetaria y no de fronteras cerradas, promover la conciencia de unidad como especie para hacer humanidad juntos.
La vida en el planeta se ha regenerado varias veces. Quizá la última fue aproximadamente hace 65 millones de años borrando a la especie dominante que había habitado el planeta durante más de 165 millones de años. La especie humana, como tal, no llega a dos millones, de los cuales existen datos imprecisos apenas de unos 50 mil años para acá, y un poco más precisos en los últimos 10 mil años… y sin embargo, estamos a punto de destruir la vida en el planeta. Hace falta tanto en la política como en la religión, una participación más activa para unir, para sumar.
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