Gobierno de Veracruz refuerza control sanitario ante contingencia ganadera
Leer másTodavía bajo el letargo mágico de la Navidad, con los desvelos y los gastos que
ocasionaron las festividades del Año Nuevo, volvemos a las rutinas del quehacer
cotidiano, del estrés del trabajo, del ir y venir acelerado, de llevar a cabo muchas
cosas sin sentido, trabajar duro para comer y procurar el sustento de la casa.
Regresar a lo que llamamos la “vida cotidiana” de cada quien y de cada cual.
¿Qué planes tengo para este nuevo año? ¿Qué cosas debo cambiar? Estas
interrogantes me recuerdan a la vieja pregunta que me hicieron ?y yo también me
hice? cuando era pequeño: «¿Qué quieres ser cuando seas mayor?» Sólo que
esta pregunta implicaba un verdadero dilema por resolver puesto que estab mi
futuro en juego, y las otras dos preguntas sólo han sido repeticiones gastadas de
cada año que con el tiempo fueron perdiendo seriedad, desafío y credibilidad.
La diferencia en las contestaciones está en que las dos primeras, pasados unos
días, ya las había olvidado. Los planes y los cambios no necesariamente tienen
que al inicio del año, son en cualquier momento del año, cuando un chispazo nos
obliga a reflexionar y a darnos cuenta que debemos realizar algunas
modificaciones a lo que venimos haciendo diariamente, y establecemos un
compromiso con nosotros mismos.
Sobre la otra respuesta ?recuerdo que no les di solo una contestación?, los
mayores se rieron de mí al escucharme. De pequeños tenemos mucha
imaginación y creemos que podemos hacer todo aquello que nos proponemos. El
tiempo y las barreras que se encuentran conforme nos vamos haciendo adultos,
producto de la cultura y la sociedad, van domando el carácter y las ganas de hacer
muchas cosas hasta descender, en los casos extremos, a la mediocridad.
Las tres respuestas me gustan siempre abiertas, pendientes de irse haciendo,
creando, conformando, de acuerdo con el paso del tiempo, sin quedar jamás como
un producto acabado, porque ese sería un final feliz pero irrealizable ante la
incertidumbre y lo impredecible de la vida. No hay conclusión final hasta el último
segundo de la existencia, porque a partir de allí ya nada podemos planear ni
cambiar.
Ante mi respuesta de pequeño nadie me dijo que al hacerme mayor tal vez yo no
tendría un empleo; o peor aún, que quizá no lograra ser “un hombre de bien”.
Nadie me advirtió que a la vida hay que ganarle espacios, que hay una lucha
eterna entre lo que pienso y lo que es, entre lo que quiero y lo que puedo ser. Que
la vida no siempre es justa pero constantemente hay que luchar, levantarse en
cada caída, perseverar, no perder la meta primigenia, original.
Las intenciones para el nuevo año no siempre se toman en serio. Nos las inculca
el espíritu de renovación, la euforia colectiva al iniciar un nuevo ciclo de vida
después de 365 días y casi 6 horas alrededor del Sol, lo que nos lleva a creer que
también podemos renacer al compás de la naturaleza y el universo. Año nuevo
vida nueva. Lamentablemente esto no es así, salvo casos de excepción.
Vamos hacia adelante con la esperanza de un año benéfico en todos los aspectos
posibles: salud, familia, trabajo, economía, y tantas cosas que se procesan en la
mente y el pensamiento de las personas. Los cambios, en algún sentido de la
existencia personal, no existe magia que los pueda lograr. Requiere constancia y
voluntad. Tiene que ser el deseo claro y vehemente de cada quien, el resultado de
la lucha por obtener lo que se desea intentando varias formas, o tener la
inteligencia de reconocer cuando aquello no se puede conseguir por razones
superiores a nuestra voluntad.
gnietoa@hotmail.com