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Gilberto Nieto Aguilar
En la historia reciente, los cambios en educación se emprendieron en octubre de
1989, con miras a enfrentar el siglo XXI. La Declaración Mundial de Jomtien,
Tailandia, del 5 al 9 de marzo de 1990, comenzó con varios análisis que dieron
lugar a grandes cambios en nuestro país, de entre la búsqueda mundial destinada
a universalizar la educación básica y erradicar el analfabetismo del planeta. Por
ese entonces, México ni siquiera tenía organizada constitucionalmente la
Educación básica, y el analfabetismo era lo más común.
Se creó el Foro sobre la “Educación para Todos, marco de acción para satisfacer
las necesidades básicas de aprendizaje”, a fin de guiar y coordinar el trabajo,
controlar el progreso y evaluar los logros durante la década que iniciaba. La utopía
de la educación estaba presente, siempre apuntando a un horizonte cercano, pero
hasta el momento inalcanzable, con miras a comprender y aceptar que la
educación es un derecho universal, y podía ser la esperanza de un futuro para la
humanidad.
En el preámbulo de la Declaración se asentaba que “…la educación puede
contribuir a lograr un mundo más seguro, más sano, más próspero y
ambientalmente más puro y que al mismo tiempo favorece el progreso personal,
social, económico y cultural, la tolerancia y la cooperación internacional…”. La
utopía es que a través de la educación el ser humano adquiere los conocimientos
útiles, las habilidades para aprender permanentemente por cuenta propia,
transfiere los conocimientos a su vida cotidiana, amplía la capacidad de raciocinio,
las aptitudes y la apropiación de valores.
Durante la década de los 90 surgió una efervescencia por alinear el pensamiento a
los contenidos de la Declaración. La literatura pedagógica incorporó en 1996 dos
obras fundamentales con visiones quizá antagónicas, pero de gran relevancia: el
Banco Mundial publicó “Prioridades y estrategias de educación” con datos sobre el
estado de la educación en ese momento, y la UNESCO publicó “La educación
encierra un tesoro”, el informe de una comisión internacional sobre la educación
para el siglo XXI presidida por Jacques Delors. Hoy se le recuerda por la
descripción de los cuatro pilares de la educación.
Ambos documentos son dirigidos a los responsables de los sistemas educativos
nacionales, aunque lamentablemente, salvo esfuerzos aislados de algunos países,
no se divulgaron profusamente sus contenidos entre los educadores de las
escuelas, aquellos que trabajan con los alumnos en las aulas, para que pudieran
conocerlos, analizarlos y discutirlos en sus reuniones.
Otros geniales pensadores y pedagogos, encabezados por Edgar Morin,
publicaron a través de la Unesco, “Educar en la Era Planetaria. El pensamiento
complejo como método de aprendizaje en el error y la incertidumbre humana”. Por
la misma vía, Edgar Morin publica “Los siete saberes necesarios para la educación
del futuro”. En ellos, Morin recalca que “Una teoría no es el conocimiento, permite
el conocimiento. Una teoría no es la llegada, es la posibilidad de una partida, Una
teoría no es la solución, es la posibilidad de tratar un problema”.
La Unesco promueve diversas publicaciones de autores que enriquecen con sus
aportaciones el debate internacional. La Universidad de Barcelona establece una
vía para la educación en valores que recoge de la diversidad internacional para
establecer una corriente dialógica y se publican decenas de obras de excelente
contenido, necesarias para adecuar y contrarrestar el efecto excesivo de la
globalización creciente.
gnietoa@hotmail.com